“Yo les digo a ellas que no tengan pena con el doctor, yo tuve 8 hijos y hasta ahora sé que era por pena de que el doctor vea el cuerpo, pero ya sé que es normal que el médico examina el cuerpo, les digo que no pasa nada y que se pongan aparato para que echen para adelante”
María Isabel 44 años, madre de 8 hijos.
Por Lady Alba[1]
Charlando sobre igualdad de género
El sol era picante a media mañana en Charras, una vereda en el departamento de Guaviare a la que se llega desde Bogotá luego de 2 horas de avión y 5 en automóvil. La zona por años estuvo fuertemente azotada por la guerra entre los paramilitares y la guerrilla, hoy es sede de uno de los 24 Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) pactados en los acuerdos de paz con las FARC.
El médico y la enfermera que asistían la brigada de salud se apresuraban a adelantar la atención de las excombatientes, pues la líder de género había anunciado que hacia el mediodía llegaría un grupo de mujeres indígenas que debían ser atendidas antes de caer la tarde y ese era el último de 3 días de brigada.
Prontamente, acercándose al aula del ETCR, se sintieron los pasos de niños y mujeres indígenas en compañía del capitán del resguardo de la etnia Sikuani[2] de Caño Negro, quien hizo su pedido claro y contundente: “no queremos charla, sino atención a los niños y poner la planificación para las mujeres”; para respetar sus creencias y entender un poco de su cosmovisión le preguntamos si no había problema al poner un método anticonceptivo a las mujeres, a lo que él respondió: “cada mujer y su marido deciden lo que quieren”.
Ya con la seguridad de que el capitán del resguardo no sería un opositor de la anticoncepción, entre las mujeres alguna con mayor empatía para que nos apoyara a trasmitir con más claridad la información sobre los servicios que podíamos ofrecerles en la brigada.
Rápidamente, María Isabel Martínez resalta por su liderazgo entre el grupo. Así que luego de colaborar con la hidratación y organizar los turnos de atención, se sentó como observadora de los juegos educativos y de alguna manera motivaba a los suyos a integrarse.
María Isabel sonreía mientras hablaba con sus hijas. De repente, nos hizo una señal y lo que al parecer sería una pregunta resultó en una charla de una hora, en la que a través de su historia, habló de lo que representa la planificación familiar para la igualdad de género, la educación y la economía de la familia.
En sus palabras dejaba ver el gran interés que tiene en que sus dos hijas menores tengan las oportunidades que no tuvieron sus hijas más grandes, ni ella en sus 44 años de vida.
“Usted no está sola”
“¿Es muy pequeña para ponerse el implante?” preguntó María Isabel refiriéndose a su hija de 13 años, y continuó diciendo “a ella me la pidieron en matrimonio desde los 10 años, pero yo dije que no porque es muy joven. Hace poco un muchacho blanco de 17 años también la buscó. Entonces le dije: mamita no puede tener novio escondida porque es muy malo, si usted pasa lo que le digo es que le doy juete, porque hay que hacer caso a la mamá y usted no está sola, primero tiene que estudiar (…) Si ella embaraza y los papás no han dado el permiso el hombre no responde por ella”.
Después de escucharla preguntamos ¿Entonces quieres que hablemos con tu hija para saber si ella necesita el implante?, María Isabel respondió muy segura “no todavía no porque ella es muy niña, más adelante sí, cuando ella tenga novio, ahora yo cuido. Para mis otras tres hijas sí quiero, yo las traje hoy porque las dos grandes ya tienen dos hijos, sus esposos están enojados pero yo quiero mis hijas, por eso les digo que se pongan pilas y a ponerse aparato en el brazo. Lo que más me preocupa es que tengan más niños y no tienen comida, ni ropa; mis hijas son muy jóvenes, solo estudiaron la primaria porque tienen que cuidar hijos y esposo.”
“Pero eso no lo quiero para la chiquita, ni tampoco para mi hija de 16 años que se enamoró y se casó a los 15 años a solo un año para terminar el colegio, yo la llevé un día para poner el aparato y que no tenga hijos, porque yo sé que puede recibir diploma como mis hijos varones. Ellos tienen 23 y 25 años, y el día más feliz de mi vida fue cuando el mayor recibió diploma de bachiller.”
La anticoncepción cambia vidas
Cuando María Isabel nos contó sobre sus hijos e hijas notamos las frases recurrentes en su discurso “estudio primero” (…) “ponerse el aparto”. Hoy es muy consciente de que para sus hijas menores hay mejores alternativas a vivir un embarazo adolescente: “Si mi hija no tiene niños como las otras seguro puede terminar el colegio también. Yo les digo a ellas que no tengan pena con el doctor, yo tuve 8 hijos y hasta ahora sé que era por pena de que el doctor vea el cuerpo, pero ya sé que es normal que el médico examina el cuerpo, les digo que no pasa nada y que se pongan aparato para que echen para adelante”.
La felicidad que le produjo el grado de sus hijos varones, también le permitió reconocer el poder y la libertad que da a las personas la posibilidad de decidir cuándo y cuántos hijos tener, ella no tuvo esa opción pero ha vivido lo suficiente para ver crecer a sus hijos y notar las diferencias en oportunidades económicas y educativas que tuvieron los varones en contraste con las limitaciones que tuvieron sus primeras hijas mujeres.
En su sabiduría también reflexionó sobre cómo las mujeres de su comunidad no son capacitadas para ejercer como capitanas del resguardo porque se convertían en esposas siendo niñas, luego madres dedicadas al hogar y los hijos.
Y ahora con sus hijas adolescentes ese día en la brigada de Charras ella iba a poder cambiar el destino de sus dos hijas menores motivándolas a ponerse un implante anticonceptivo, como ella lo dijo en sus palabras: “es que no hay que tener miedo, ni hacer caso al hombre si no quiere, lo importante es lo que usted quiere y si quiere estudiar toca ir donde el médico para que ponga el aparato”.
Este acercamiento a la comunidad ha sido posible gracias a los recursos del Foro de Mujeres y Desarrollo – FOKUS y la gestión de Fundación Oriéntame en el marco del proyecto “Autonomía reproductiva, un camino hacia la paz”.
[2] El pueblo Sikuani es una de las 102 comunidades indígenas de Colombia, habitan en los llanos orientales de y algunas regiones de los estados de Amazonas y Apure en Venezuela.
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