Cada vez más mujeres en Colombia dicen «No quiero tener hijos», ¿Y saben qué? hay razones de sobra. Faltan garantías. Hablemos de maternidad, desigualdad y autonomía reproductiva.
¿Por qué cada vez menos mujeres se deciden por la maternidad?
En Colombia, algo está cambiando profundamente: según la última Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS 2025), 3 de cada 4 mujeres entrevistadas no desean tener hijos*. Y esto no es una casualidad, ni una moda pasajera. Es un reflejo de una sociedad que, aunque ha avanzado en muchos aspectos, sigue sin ofrecer las condiciones necesarias para que ser madre sea una decisión libre, justa y viable.
Este fenómeno, que los expertos llaman descenso demográfico, se está viendo en muchos países del mundo. Pero lo que está pasando en Colombia y en América Latina tiene particularidades que vale la pena mirar de cerca, especialmente si eres una mujer joven que se ha hecho (o se está haciendo) esa gran pregunta: “¿Quiero ser mamá algún día?”
El peso del cuidado: una carga desbalanceada
Uno de los principales factores detrás de la decisión de no tener hijos tiene que ver con la carga de trabajo que implica la maternidad**. Y no solo el trabajo emocional o físico de criar, sino todo lo que eso trae consigo: tareas domésticas, cuidados permanentes, gestión del hogar… La lista es larga.
En muchos hogares colombianos, las mujeres seguimos siendo las principales responsables del cuidado de hijas, hijos, personas mayores o enfermas, mientras que los hombres participan poco o nada en estas labores. Este desequilibrio hace que la idea de tener hijos no se perciba como un proyecto compartido, sino como una responsabilidad que recae, en gran medida, sobre nuestros hombros.
Cuando una mujer decide ser madre en un contexto donde el trabajo de cuidado es invisible, no remunerado y desigualmente repartido, la maternidad se convierte en una carga enorme, con costos personales, profesionales y económicos muy altos.
Maternidad y trabajo: una combinación difícil
Las consecuencias de asumir la maternidad en estas condiciones son claras: interrupciones en la carrera laboral, pérdida de oportunidades de crecimiento, discriminación en el trabajo, menores ingresos y una vida profesional marcada por obstáculos.
Muchas mujeres saben que si tienen hijos probablemente tendrán que sacrificar parte de su desarrollo personal y profesional. ¿Vale la pena? Esa es una pregunta que muchas se hacen. Y muchas están respondiendo que no.
La decisión de no tener hijos, entonces, no necesariamente nace del egoísmo o de una falta de voluntad, como a veces se nos quiere hacer creer. Es una forma de protegernos, de cuidar nuestros sueños, nuestras metas y nuestro bienestar.
¿Y las parejas? Relaciones inestables, compromisos frágiles
Otro tema que pesa mucho en esta decisión es el tipo de relaciones que tenemos hoy. Muchas mujeres jóvenes no encuentran en sus parejas el nivel de compromiso necesario para criar en igualdad.
Sabemos que la crianza es un proyecto de muy largo aliento. Requiere apoyo, corresponsabilidad, empatía y mucho trabajo en equipo. Pero si el vínculo de pareja es frágil o desigual, si no hay garantías de acompañamiento real, la idea de tener hijos puede volverse aún más intimidante.
Más control, más libertad
Afortunadamente, hoy tenemos acceso a más herramientas para tomar decisiones sobre nuestro cuerpo y nuestra vida. Métodos anticonceptivos modernos, seguros y efectivos están más disponibles que antes, y en países como Colombia, Argentina o México, el avance en la legalización del aborto ha significado un reconocimiento importante del derecho a decidir.
Esto nos da más poder. Nos permite planear, pensar, elegir. Nos permite decir que no queremos ser madres ahora… o nunca. Y hacerlo sin miedo, sin culpa, sin tener que justificarlo.
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Otras formas de realización
También hay un cambio cultural de fondo. Gracias a los feminismos y a los movimientos sociales, hemos empezado a ver otras formas de realización personal, más allá del mandato tradicional de ser madres.
Muchas mujeres están explorando caminos que antes parecían vedados: liderar proyectos, emprender, estudiar, viajar, vivir solas, cambiar de ciudad, priorizar la salud mental o simplemente disfrutar del tiempo sin estar al servicio de otros. Es una conquista que no queremos perder.
Y claro, esto también genera resistencia. Hay quienes ven en este cambio una “crisis” y para variar, responsabilizan a las mujeres en su negativa de tener hijos, cuando en realidad señala una transformación necesaria que está revelando lo que siempre ha estado mal: una estructura social que espera que las mujeres sostengamos la vida sin recibir nada a cambio.
¿El mundo que queremos para vivir la maternidad?
Además de todo lo anterior, hay factores externos que no se pueden ignorar. El costo de vida está por las nubes. Por ejemplo, especialmente para las generaciones más jóvenes, conseguir una vivienda propia es casi imposible. Por el tráfico en las ciudades, moverse entre la casa y el trabajo ya consume muchas horas de vida. La inseguridad crece. Y ni hablar de la crisis ambiental: muchas no queremos traer hijos a un planeta que parece al borde del colapso.
Estas preocupaciones, que antes no eran tan visibles, ahora pesan mucho. La maternidad no se vive en el vacío, se vive en un contexto, y ese contexto muchas veces se puede leer que no es el mejor momento.
Una forma de resistencia
En este panorama, para muchas personas negarse a tener hijos puede ser también un acto político. Un rechazo a seguir alimentando un sistema que no cuida ni valora la vida, que explota a las personas y a los recursos del planeta. Un no a reproducir una sociedad desigual.
Puede ser una forma de decir: “Hasta que no haya condiciones dignas, no cuenten conmigo para seguir sosteniendo este modelo”.
Lo que realmente necesitamos
Entonces, ¿cómo cambiar esta situación? ¿Cómo hacer que decidirse por la maternidad sea realmente libre y no una carga o un destino que nos tocó vivir?
Necesitamos un sistema de bienestar que reconozca y garantice derechos para todas las personas, en especial para quienes decidan criar. Eso implica, entre otras cosas:
- Educación sexual integral desde temprana edad.
- Acceso igualitario a métodos anticonceptivos y a servicios de salud reproductiva.
- Licencias de maternidad y paternidad equitativas.
- Guarderías públicas y gratuitas.
- Trabajo digno, seguro y con garantías para mujeres embarazadas o personas con hijos.
- Reconocimiento y redistribución del trabajo doméstico y de cuidado.
Y, sobre todo, un sistema nacional de cuidados que valore la interdependencia humana: que cuide a quienes cuidan, que no deje sola a ninguna mujer o persona cuidadora en esta tarea tan fundamental para la sociedad.
En conclusión…
No es que no queramos tener hijos. Es que no queremos hacerlo en las condiciones actuales. No queremos pagar el precio altísimo de la maternidad en soledad, sin apoyos, sin garantías, sin reconocimiento.
Queremos poder decidir con libertad, sin presiones ni culpas. Queremos criar, si lo deseamos, en entornos amorosos, justos y solidarios. Y mientras eso no exista, muchas de nosotras seguiremos diciendo que no.
Porque la verdadera crisis no es la demográfica. La verdadera crisis es la falta de un modelo social que ponga en el centro la vida, el cuidado y la igualdad.
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Fuentes:
* Nota de prensa Encuesta Nacional Demografía y Salud. 2025. Ministerio de Salud de Colombia. Disponible en https://www.minsalud.gov.co/CC/Noticias/2025/Paginas/encuesta-nacional-de-demografia-y-salud-2025-analisis-de-los-cambios-en-salud-sexual-y-reproductiva-en-colombia.aspx
** Ramírez, N., Tribín, A., Camelo, P., Pinilla, D. 2024. ¿Tener o no hijos? Decisiones de fecundidad en Colombia y Bogotá. Un análisis cuantitativo y cualitativo. Recuperado de: https://bit.ly/Digna_Informe_6
*** Mutañé, F. 2024 ¿Crisis demográfica o crisis de cuidados? Recuperado de: fuhem.es/2024/02/08/crisis-demografica-o-crisis-de-cuidados
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